lunes, 8 de diciembre de 2008

El sabor amargo de no ser elegida


Es lo que piensa la tarta de arándalos
Se ve sabrosa, apetitosa, como las otras, pero por algún motivo el cliente elige cerdo para comer con otra. El muy idem.
Consigna las llaves de la felicidad perdida en el mostrador del conserje de corazones rotos y se acoda en la barra a llorar su desesperación de no haber sido ella la elegida. Siga participando.
Otro amor en puerta? Tal vez. Pero un amor anaclítico. De soporte. Hecho más de aguante que de pasión.
Poco de elección de objeto, mucho de identificación.
Deja la llave y se lleva prestada una posición. La del barman-analista. Las cosas se pueden ver distintas desde el otro lado del mostrador. Su panóptico guarda no solo las llaves sino las imágenes selectas de las rupturas de la que es testigo privilegiado.

Y esta posición es el punto de partida de un viaje iniciático
Antes de entregarse nuevamente a una demanda de amor, para la que no tiene aun otra respuesta que tarta de arándalos. Puesta con otras, seguro que no te voy a gustar.
Viaje de observación más que de peripecias. Vivencia lo que vivencian sus clientes. Hace catarsis desde el otro lado del mostrador. Lee el menú que a una mujer se le ofrece.

Sugerencias del chef:

-"todo lo que una mujer necesita es alguien que la ame"

Pregúntenle a Sue Line. Ella podría dar testimonio de lo agobiante y gravoso que es llevar en sí ese objeto que a su marido apasiona. De lo vacía que se siente a la mañana luego de una noche donde su amante marido le volvió a prometer el oro y el moro del éxtasis amoroso.
Maldice el día que lo sedujo con un caer de ojos al oficial que estaba por hacerle una multa. Le hubiera convenido más pagarla
Ahora paga la cuenta de un suicidio acusador. No es tan fácil librarse de él. Será su viuda.

-"lo que te protege de los engaños del mundo es tener un padre que te aconseje"

Pregúntenle a la apostadora.
Y no se puede decir que su padre la aconsejó mal: juega con todos pero siempre corta tú.
Pero esa idea llevada tozudamente al extremo la zambulle en una muchedumbre de solitarios, de tahúres y de amantes sórdidos donde gana mucho y pierde todo.
La idea perspicaz de no confiar mucho en nadie, la inmuniza contra el engaño y la esteriliza para el amor.
O por lo menos para cualquier otro amor que no sea a ese padre a quien sigue provocando robándole el Jaguar. Si pensaba afectarlo definitivamente este se lo regala, doblando la apuesta y condenándola a jugar siempre con él.
Hasta su pedido de auxilio parece una celada más de ese atrapamiento. Ven porque me muero, no te creo. Y pierden ambos. La muerte siempre es banca

Podría decirse que esto es lo que vio Elizabeth en su viaje por el mundo. Los sabores que apenas degustó y rechazó.
Puesta a elegir, se prefiere a sí misma. Se elige
Solución aparentemente conservadora, no se cambiaría por otra, pero bien mirada, no es otra cosa que una elección forzada. Pero la operación de hacerla, es imprescindible. Porque se descubre eligiendo. Y esto es lo novedoso. Hacer valer su libertad de optar
Primero un auto, aunque lo pague caro. Después una vereda, aunque necesitó miles de kilómetros para cruzar enfrente. Después el juego, ¿qué me vas a ofrecer de rico?

Interesante salida a la femineidad. La seducción, lúdica y lúcida , como el juego infinito de tentar y dejarse tentar al que finalmente se entrega, como dormida.

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