domingo, 10 de agosto de 2008

Un cuento que no puede leerse a los niños

Un cuento que no puede leerse a los niños
por Dr. Doppler


bajo el felpudo de la entrada encuentro la llave con la que sigilosamente abro la puerta.
el depto está en penumbra. reina el silencio, relajado, de una complicidad hecha más de gestos que de palabras.
solo un resplandor guía desde el cuarto. esa luz cálida del velador es un faro que avisa dónde está el puerto que busco.
me voy acercando, paladeando cada instante.
una mezcla de entusiasmo y de fatiga me invade.
ya estoy en el dormitorio.
la luz marca un circulo deformado donde se anuncian fragmentos de un cuadro hecho de delicadezas.
el color tenue de una pared, la mesa de noche, muy coqueta, un volado de la cortina que se mueve cadenciosamente por la brisa que se cuela por la ventana, una almohada acogedora, un promontorio hecho de curvas y elevaciones, tapizado por un cubre cama de piel.
y en el centro de todo ello, un mechón de pelo castaño que deja ver un poco de piel ¿mejilla? ¿frente? muy blanca y suave
la dueña de la casa, del cuarto, de la pared, de la cortina, del cubre cama de piel, del cabello y la piel blanca, duerme plácida.
adivino bajo el cobertor, su desnudez. intuyo en su eje, su calor. invento en mi mente el goce con el que sueña.
me desvisto sin prisa y sin hacer el mínimo ruido que perturbe el momento.
levanto suavemente el extremo libre del cubre cama.
en la contra luz, observo la espalda perfecta, la curva de la cintura, las nalgas redondeadas que se prolongan en unas largas piernas ligeramente flexionadas, una mas que la otra, en reposo.
me muevo con el sigilo de un felino y con la cadencia de un monje tibetano.
voy recostándome lentamente y acercándome a esa espalda, a ese cuerpo prometedor de infinito íntimo.
lo rozo con la palma de mi mano en el quiebre de la cintura y acaricio esa piel que se eleva hacia el monte de la cadera.
que suavidad! que tibieza!
las yemas de mis dedos recorren, sobrevuelan, rasantes, en un ir y venir entre la caricia y la cosquilla.
mientras tanto, apoyo mis labios en el hombro y lo beso largamente.
ronroneas.
ya estoy con vos y vos empezás a estar conmigo.
tenés un instante de lucha, breve, jocoso, entre el deseo de seguir durmiendo y mi calor que empieza a despertarte.
te divierte la sorpresa de no haber podido descubrir el instante en que empecé a tomarte.
aún permanecés inmóvil mucho tiempo, tratando de no desperdiciar ninguna sensación.
ni siquiera los roces casuales de mi pecho en tu espalda, de tus nalgas en mi sexo, de tus muslos en los míos.
pero como esos encuentros de la piel son muy placenteros, es penoso sentir que se interrumpen y nos empezamos a buscar más.
vos lentamente comenzás a contornearte y multiplicás los contactos.
yo pasando mi brazo bajo el tuyo y encontrando a tientas tu pecho para acariciarlo y atraerte hacia mi.
delicioso.
la tibieza deja su lugar al calor.
el placer lánguido cede ante el comienzo de la excitación.
suspiras mientras respiro el aire caliente entorno a tu hombro
mi mano recorre tu pecho con lentitud. las yemas de mis dedos tocan tu pezón y lo toman, delicadamente entre el índice y el pulgar, para amasarlo. se va poniendo duro.
tus nalgas al agitarse también encuentran a mi sexo rígido y en el contacto te excitas más
de a ratos voy apretándote contra mi pecho y sentís esa fuerza del abrazo, limitante y protectora. te aflojas, te susurro al oído tu hermosura y te entregas...
ahora mi mano recorre tu vientre
hace un circulo breve y se cierran los dedos en una palma para inmiscuirse entre tus muslos.
te agrada el contacto y yo siento tu calor más intenso
y ya estoy rozando tu vulva humedecida.
tus muslos se separan un poco dispuestos a la caricia embriagadora.
y mi mano, avanzada del goce, recorre lentamente los bordes ardientes, suavemente, sin prisa, prolongando el deleite
ahora mis yemas se detienen en tu clítoris y lo presiono, lo masajeo, lo amasijo mojándolo con tu humedad y haciendo que estalle tu primera exclamación.
mi otra mano, envidiosa, se desespera por tenerte y por gozarte, haciéndote gozar.
se escabulle entre tu cuello y la almohada, desciende hasta tu pecho momentáneamente salido del centro de la escena y lo atrapa.
ya tengo que hacer más fuerza para abrazarte pues tu movimiento es cada vez mas enérgico e incontenible
disfruto de tenerte así, atrapada en tu cárcel de sensaciones y tensiones cada vez más contradictoriamente placenteras y tensionantes. en tu impulso de librarte y de quedarte absorbida eternamente.
con tus nalgas chocas contra mí, buscando aumentar la excitación y te encontrás con mi pene prometedor.
te aplastas contra él.
tus gestos lo reclaman.
te levanto suavemente el muslo libre y lo coloco entre tus piernas, en contacto con tu sexo.
la tensión aumenta bruscamente con esta llegada y vamos perdiendo todas las ataduras.
se ha desencadenado nuestra pasión y el mundo exterior quedará desdibujado hasta que esto acabe.
y exclamo:
- te amo, Ester!
- ¿Ester?
- ¿?
momento de turbación.
- ¿no me diga que me equivoqué de departamento?
- Sí.
- Uy, lo lamento, pero no tema, ya me voy...
- ¿adónde se va? siga, pero me llamo Mónica.
- Gustavo, mucho gusto.

1 comentario:

adriana rey dijo...

Juaaaaaaaaa! muy bueno!! el acto fallido es el acto logrado!!